La gran especialidad del TSX es el financiamiento de proyectos mineros a través de capital de riesgo, un sector preciado en el actual periodo de auge del capitalismo financiero. Las bolsas de valores canadienses son unos templos de la economía-casino, y su larga historia es una cadena de fraudes y escándalos. Su reglamentación interna siempre ha favorecido la especulación. Hoy en día, de las mil 600 mineras registradas en Toronto, la gran mayoría son juniors, es decir, pequeñas empresas que se financian por acciones, sacan sus ganancias de la especulación bursátil y se dedican a la identificación de nuevos yacimientos. Este oficio conlleva muchas incertidumbres: las posibilidades de éxito de un proyecto de exploración son de una entre 500 o mil. Comprar acciones de una junior equivale a apostar a un número de ruleta. Cuando una junior descubre
un yacimiento rentable (en este juego las cartas suelen estar marcadas), su destino probable es venderse a una empresa major luego de una jugosa operación bursátil. A diferencia de las juniors, las majors disponen de los medios financieros, técnicos, humanos y políticos necesarios para explotar grandes minas. En la actualidad, la especulación en Toronto alrededor de las juniors es el gran impulsor de la expansión de la frontera minera alrededor del mundo. Verdaderos conquistadores modernos, las juniors no solamente realizan prospecciones geológicas, también exploran y preparan el terreno político y social. Se encargan del trabajo sucio
y de entregar a las majors yacimientos mineros listos para desarrollar
.
Pero las mineras encuentran en Canadá una serie de otras ventajas con el apoyo indefectible del gobierno y de las instituciones del Estado. En el ámbito fiscal, existen disposiciones específicas para el sector, así como incentivos a los fondos de pensión, las aseguradoras, los bancos, los pequeños ahorristas y las instituciones financieras públicas para que compren masivamente acciones de las empresas mineras. Por su lado, la diplomacia y las diversas agencias canadienses de cooperación brindan servicios financieros y políticos claves al sector minero. No escatiman esfuerzos en presionar a las autoridades de países extranjeros para que apoyen a las mineras canadienses, presentes en sus territorios, reprimiendo y despojando a poblaciones recalcitrantes, diseñando legislaciones a medida, preparando el territorio e invirtiendo el dinero público en la construcción de infraestructuras energéticas y de transportes. Además, la jurisprudencia muestra que los tribunales canadienses nunca dan seguimiento cabal a eventuales demandas en contra de mineras de Toronto en los casos de abusos y crímenes que se les atribuyen. Esta impunidad, de hecho, ha sido denunciada y documentada por organizaciones internacionales e incluso en informes del Parlamento.
La jurisdicción canadiense permite tanto a empresas juniors como majors minimizar sus costos sin tener que rendir cuentas sobre sus prácticas en el terreno. Esta impunidad abre la puerta a exacciones múltiples en contra de los pueblos, trabajadores y el medio ambiente. Asimismo, el control mediático y las narrativas gubernamentales en favor de la megaminería terminan convenciendo a los accionistas de la bolsa de Toronto y al público en general de que tales acusaciones carecen de fundamento. Es así como Canadá es para los empresarios mineros lo que Panamá es para los armadores de buques: una jurisdicción sumamente amigable. Se trata de un mineralo-estado que pone sus instituciones al servicio del capital minero trasnacional, de un paraíso judicial para cualquier empresario que quiera desarrollar un proyecto minero con el mínimo de costos y el máximo de protección judicial.
* Autores de Paradis sous terre. Comment le Canada est devenu la plaque tournante de l’industrie minière mondiale, Rue de l’Echiquier-Ecosociété, París-Montreal.
http://www.jornada.unam.mx/2013/12/13/opinion/031a1pol