Las cavernas de Simojovel, en el sureño estado mexicano de Chiapas, acogen cada día a cientos de mineros indígenas dedicados a una extracción rudimentaria de ámbar en la que arriesgan sus vidas por 150 pesos diarios (12 dólares, 9 euros). El precio del ámbar, resina vegetal fosilizada proveniente de las coníferas, se multiplica en las joyerías donde las piedras pueden alcanzar precios de hasta 20.000 pesos (1.600 dólares, 1.200 euros), según autoridades locales
Mineros de ámbar arriesgan sus vidas por míseros salarios
Por Agencia EFE. México, 6 abr 2010
Fuentes del Consejo Regulador del Ámbar en Simojovel explicaron a Efe que esa resina que se extrae de cuevas tiene un antigüedad de 25 a 40 millones de años, que lo hace más duro que cualquier otro ámbar del mundo.
Unas 1.700 personas de las 17.000 que habitan en Simojovel se dedican a la extracción de estas piedras semipreciosas en las nueve cuevas que rodean este pueblo marcadamente indígena, que produce 3,5 toneladas de ámbar anuales, equivalente al 90 por ciento de la producción del estado de Chiapas.
Para extraer esa resina, los mineros pasan ocho horas bajo tierra en pésimas condiciones de salubridad porque hay poco oxígeno y las temperaturas alcanzan los 40 grados.
Pese a la muerte los últimos años de varios mineros por asfixia, los mineros continúan bajando a las cavernas con rudimentarias carretas, sencillos cinceles y martillos como herramientas principales para extraer las piedras.
Mario Gómez, de 22 años, lleva prácticamente la mitad de su vida dedicado a esta actividad, primero en la recolección del mineral y posteriormente en su traslado a los lugares donde las mujeres del pueblo se dedican a limpiarlo.
«Gastamos mucho en pilas (baterías) porque usamos linternas, porque dentro no se ve nada, y ya casi no hablamos para no gastar energía y oxígeno, pues uno se puede ahogar», explicó a Efe este minero.
Relató que cuando están a 200 metros bajo tierra sólo pueden golpear tres veces con cincel y martillos las paredes de la cueva para evitar fatigarse y optimizar así el poco oxígeno disponible.
Cuando se fatigan se acuestan hasta que se recuperan, explicó.
Las piedras grandes de ámbar son las que más ganancias dejan pero a menudo sólo encuentran pequeñas resinas.
«Si son piedras grandes se usan para collares y adornos ya más trabajados y eso también incrementa el valor, pero antes de todo eso se tiene que limpiar del carbón que trae y pulirlos para que se vean más brillantes», afirmó Gómez.
Laureano Hernández, otro minero, declaró que su primer descenso a la mina le provocó claustrofobia pero con el paso del tiempo lo ha superado.
Añadió que se ha acostumbrado a la falta de oxígeno, que combate descendiendo con calma y lentamente hasta las profundidades de la mina, confesó a Efe.
Pese a la gran actividad de las minas de Simojovel, el Consejo Regulador del Ámbar local informa cada año de una reducción en la producción.
El Consejo denunció que en algunos mercados locales se vende ámbar con el falso argumento de que procede de esta región cuando en realidad es de origen desconocido, declaró Guadalupe del Carmen, portavoz del Consejo, entidad que también vigila que no se produzcan robos de la resina.
Cada mina cuenta con un comisario para revisar las piezas, que si llevan un insecto en su interior disparan su precio.
El portavoz del Consejo Regulador del Ámbar afirmó que se ha detectado que pintan el ámbar o introducen insectos grandes, como mosquitos o cucarachas, para incrementar su valor.
Las variaciones originales de color van desde el amarillo, que es el más común, al azul, rojo, negro, a los más cotizados y difíciles de conseguir, como son el blanco y el verde.
Simojovel, que cuenta con un Museo Comunitario del Ámbar, es uno de los pueblos que conforman la llamada «Región del Ámbar» del estado de Chiapas, cuya piedra es una de las más cotizadas del mundo.