José María Pino Méndez
Jueves 14 de julio de 2011
Toda doctrina económica, a largo plazo, pierde su capacidad de persuasión: en 1798, apenas veinte años después de publicada La Riqueza de las Naciones, de Adam Smith, el Ensayo sobre el Principio de la Población, de Robert Malthus sustituyó el optimismo institucional de Smith por el pesimismo demográfico. Unos cuantos años después David Ricardo elaboró su compleja teoría sobre la distribución, que dejaba poco espacio al optimismo sobre las perspectivas del ciudadano ordinario.
Cuando Ricardo se quedó como dueño absoluto del campo económico, poco quedaba del tratado de Smith, salvo una intrépida confianza en las primacías de los motivos económicos egoístas y en la amplia capacidad de autoajuste de los mercados competitivos, que conocemos como la “mano invisible”.
Ese optimismo en las fuerzas del mercado revivió en los finales del siglo XX y principios del XXI, con el nombre de neoliberalismo, pero que descontextualiza la aportación de Adam Smith, el creador de la Economía Política y uno de los clásicos más importantes en el desarrollo de la economía y de otras ciencias sociales, pues no sólo se ocupó de los automatismos del sistema económico, sino también de la división social del trabajo y de la moral, que debe de imperar en todas las relaciones humanas.
Nos lo recuerda Amartya Sen, quien si contextualiza a Smith y reivindica los indudables aportes del clásico entre los clásicos, que lo hacen vigente hasta nuestros días. La economía competitiva, centrada en el funcionamiento de los mercados, a través de los cuales se establecen los precios de mercancías y servicios, así como de factores, en la interacción de la oferta y la demanda.
El presidente Felipe Calderón nos dice que uno de los grandes logros de su administración es mantener la economía mexicana sin riesgos de sobrecalentamiento, como sí existen en otros países de mercados emergentes, así como también en Brasil y China.
Pero aclaremos, a la luz de Adam Smith ¿qué es esto de sobrecalentar la economía?: cuando la oferta supera con mucho a la demanda agregada, por falta de empleo, bajos salarios, inequitativa distribución de la riqueza, la economía se encuentra al borde o en franca recesión, lejos del calentamiento.
Cuando la demanda efectiva supera con mucho a la oferta agregada, por incremento desproporcionado del ingreso, por creación de empleo con base en el gasto público y no en la inversión productiva, la inflación que se provoca es fácil que se descarrile y caliente de más el sistema económico, con riesgos de rompimiento de los esquemas sociales, miseria generalizada, e insuficiente capacidad adquisitiva de los salarios, ante la carrera de precios que hace inalcanzable la canasta de bienes y servicios que se consideran necesarios para el consumo conspicuo de las familias.
Pero en una situación como la de México, donde la distribución de la riqueza es una de las más regresivas del mundo, donde el mercado está estrangulado por la falta de demanda externa para nuestras exportaciones por la falta de demanda interna por un mercado comprimido, entonces el riesgo no es el de que se sobrecaliente la economía, sino de que la baja tendencia al consumo deprima la demanda efectiva y se dé (como de hecho se está dando ya) el feo fenómeno de la “Stangflaction”, estancamiento con inflación.
No se calentará la economía si se estimulan a la vez los niveles de producción para el mercado interno y el empleo y los salarios para la recuperación económica con fundamento en el crecimiento hacia adentro, ante las perspectivas negativas de la recuperación de la economía que todavía es líder en el mundo… ¡o cuando menos al norte de nuestra frontera de 3 mil 200 kilómetros!
En la visita de Calderón a Zacatecas se dijeron cosas que resultan lo menos inexactas con nuestros conocimientos de la ciencia económica, tan difícil de aprender y tan cambiante: no es posible crear un clúster de empresa minera, con Peñoles, que ocupa una posición de competencia monopólica en la producción minera de nuestro país. Se vio muy mal el gobierno del estado suplicando el gasoducto, sin mencionar ni por accidente un proyecto, un programa, algo en lo que el gas natural se emplearía, en caso de que llegara. ¿Aduana interior para favorecer nuestras exportaciones? ¿Qué exportamos ahora, aparte de migrantes?
¿Quién le enseñó a sumar al Señor Ferrari, el Secretario de Economía? ¿Sabe lo que son, en pesos mexicanos 8 mil millones de dólares? ¿La minera “El Saucito”, del Ing. Bailleres le va a dejar al Estado tantos dólares mensuales? ¿Más que la factura petrolera? Ciertamente la explotación de plata, oro y metales asociados de Peñoles es impresionantemente caudalosa, pero esas cantidades de las Mil y una Noches nomás pasan delante de nuestras narices y a los zacatecanos nos dejan silicosis, tuberculosis, contaminación y envidia.
Nos dejan como a perros de carnicería.