Autor: Jorge Eliecer Peña López
El Quindío tiene en sus manos una poderosa arma para defenderse de la explotación minera destructiva de las grandes multinacionales: la defensa del nuevo patrimonio cultural de la humanidad; el Paisaje Cultural Cafetero.
Once años duró la puja por lograr que la Unesco sentenciara que 47 municipios de Quindío, Risaralda, Caldas y Norte del Valle conformen el único Patrimonio Cultural de la Humanidad vivo que tiene Colombia. Esto que hemos llamado Eje Cafetero, cuenta con 25.000 fincas de explotación cafetera donde laboran permanentemente 85.000 personas, que mantienen un conjunto de tradiciones de más de una centuria en el que sobresalen la gastronomía de arepas, frijoles y sancocho; la vivienda de bahareque con teja de barro, la gente amable, tranquila, pacífica, laboriosa, defensora de la familia y tantas otras bellas formas de vida; el ambiente con los cultivos en pendientes, el tratamiento de basuras y la protección del agua y, en general, todas esas exquisiteces propias de esta región.
Hace cinco meses que ostentamos la titularidad mundial del Paisaje Cultural Cafetero, pero esto parece ser efímero y, así lo será, si no hay un movimiento regional por la defensa de este patrimonio. Increíblemente, el Quindío y el Eje Cafetero obtienen tan digna distinción, cuando ya no son los principales productores de café en Colombia, pues hoy los superan Antioquia, Huila, Tolima y otros departamentos que han dejado al Quindío en el séptimo lugar; cuando Colombia ha rebajado su producción de café al 60%; cuando se tienen que importar millones de toneladas del grano, principalmente de Ecuador y Perú, para cumplir con los compromisos internacionales y, cuando en los supermercados la gran variedad de marcas de café es en su mayoría extranjera.
Increíblemente, nos dan la dignidad de patrimonio cultural de la humanidad en los precisos momentos en que las grandes empresas mineras llegan con el permiso del gobierno colombiano a la destrucción del paisaje nacional. La política de Santos en cuanto a minería, guarda como única diferencia de la del anterior gobierno, la gran publicidad que aquel ha hecho de su visto bueno para que por esta vía lleguen más recursos al Erario. En ocho años cerca de 8.000 licencias de explotación minera se han dado en el país para la devastación del suelo nacional.
De ese flagelo, el Eje Cafetero no está libre, por el contrario, son recientes y grandes los pasos que se están dando para que las montañas del Quindío se conviertan en peladeros de la minería; por esta razón tiene que haber un movimiento regional, que incluya a todos los estamentos del Quindío y del Eje Cafetero para normar y defender el Paisaje Cultural Cafetero, el único patrimonio cultural de la humanidad vivo que tiene Colombia.
