Temas y Sucesos
Humberto Zamora Ruiz
El Sudcaliforniano
15 de febrero de 2012
El día que cayó la tormenta eléctrica aquí en La Paz, la semana pasada, me dio la oportunidad de corroborar que la mayoría de las personas, nos dejamos llevar por la corriente.
Sí, que a veces sin sustento alguno, sin conocer a fondo determinado asunto, asumimos que no está bien y que hay que estar en contra.
Ese día, fueron varias las personas que juraron que los extraños ruidos que se dejaron escuchar desde la madrugada, obedecían a que muy probablemente una empresa minera estaba realizando detonaciones de dinamita en sus trabajos de minería a cielo abierto.
Para empezar si así hubiera sido, las explosiones en la zona de San Antonio donde se ubican los predios que esa empresa minera quiere explotar, no se habrían escuchado ya no sólo en La Paz sino en otras partes como en Constitución donde también hubo personas que las escucharon.
Tuvo que salir un vocero de la empresa a desmentir que esté trabajando cuando ni siquiera ha obtenido los permisos que necesita, de acuerdo a la normatividad que rige a la industria minera en el país.
Y no obstante que el delegado de la Semarnat aclaró que no se había otorgado permiso alguno a dicha empresa y también que la SEDENA dijo no haber concedido autorización para llevar a cabo explosiones de dinamita, varias personas insistieron en que los susodichos truenos o ruidos tan extraños provenían de las instalaciones de la minera.
Es más: aun cuando la explicación que dio a una radiodifusora local, la responsable de la estación meteorológica de la Conagua en esta ciudad, de que los extraños ruidos obedecían a la reverberación generada por las centellas de la tormenta eléctrica que caen en forma vertical a diferencia de los rayos, era lo que se escuchó, hubo quienes siguieron insistiendo en que la culpa de todo la tenía la empresa minera.
No sé cuántas de las miles de personas que firmaron la solicitud a Semarnat para realizar una consulta ciudadana sobre si debía o no autorizarse la operación de la minera en la zona de San Antonio, conocen a fondo el proyecto de la misma, las implicaciones que tendrían sus actividades extractivas y todo lo relativo a ese asunto, pero creo que sólo unas muy pocas.
La mayoría de los que firmaron se fueron con la finta, siguiendo la corriente y punto.
No es esta una defensa de la minera, pues para ello tiene a quienes la defiendan.
Lo que pasa es que vale la pena reflexionar sobre nuestro comportamiento ante situaciones en las que se abordan asuntos que interesan a la sociedad en su conjunto.
Sucede algo similar con lo que está en boga en relación a lo de las leyes que pretenden acabar con la piratería en Estados Unidos de América y la que se promueve aquí mismo en México.
Un número importante de personas que utilizan las redes sociales se han manifestado en contra de dichas leyes, pero muchos ni siquiera han leído sus contenidos ni saben cuáles son realmente los propósitos de las mismas.
El daño que la piratería ocasiona a las empresas propietarias de las diversas marcas que circulan por los mercados del mundo, es enorme. Se habla de 500 mil millones de dólares anuales.
Los chinos ya hacen réplicas hasta de la Virgen de Guadalupe y cientos o miles de negocios en nuestro país han cerrado por la competencia desleal que esto representa pues no pueden competir con los costos de los productos elaborados en aquel país asiático.
Debemos defender nuestros derechos, de acuerdo. Debemos luchar por la defensa de nuestros recursos naturales, pero también debemos apegarnos a la ley.
¿No cree usted?
La lectura es vida, lo demás… es lo de menos… hzr@prodigy.net.mx
http://www.oem.com.mx/elsudcaliforniano/notas/n2428726.htm