La industria alega que el desarrollo de este sector puede sacar a los países de Centroamérica del estancamiento en que se encuentran; indígenas, campesinos y ambientalistas denuncian que las transnacionales sólo buscan su beneficio, a costa de destruir los recursos naturales
TRABAJO. Obreros en la población minera de Corpus, en Honduras, un país que cuenta con oro, plata, plomo, zinc, cadmio, ópalos y cobre, entre otros minerales (Foto: ARCHIVO REUTERS )
Sábado 03 de marzo de 2012
José Meléndez / Corresponsal | El Universal
SAN JOSÉ.— Centroamérica parece el dibujo de un pordiosero vestido con harapos y hambriento que, sin saberlo, está sentado sobre un gigantesco barril repleto de oro, cobre y una abundante y variada riqueza minera. Pero la posibilidad de que la industria minera saque a la zona de siglos de marginación y pobreza sigue lejana.
Un reciente y violento conflicto entre indígenas panameños y el gobierno nacional por el desarrollo minero e hidroeléctrico en el occidente de ese país marcó pautas: mientras poderosos conglomerados transnacionales ofrecen explotar la riqueza minera centroamericana, campesinos, indígenas y movimientos ambientalistas del istmo rechazan la minería por considerarla como una de las más graves amenazas a los recursos naturales.
“Desde Panamá a Canadá, la minería no va”, proclamaron delegados de organizaciones ambientalistas de Panamá, Costa Rica, Honduras, El Salvador, Guatemala y México y movimientos “solidarios” de Estados Unidos y de Canadá. La declaración fue emitida el pasado 29 de enero, tras cuatro días de sesiones en la ciudad hondureña de Valle de Siria —una de las mecas de la minería en esa empobrecida nación— para diseñar el combate contra lo que calificaron como un “modelo extractivo minero”.
Los participantes en el “Primer Encuentro del Movimiento Mesoamericano contra el Modelo Extractivo Minero” concluyeron que “la agresión de las mineras” en la zona se agudizó “aceleradamente” con un mecanismo “agresor, depredador y manipulador” que coloca “los intereses económicos por encima de la vida misma, la sostenibilidad del ambiente y la diversidad cultural”.
“Es un modelo perverso y sin ética, que utiliza el ‘maquillaje verde’, la responsabilidad social empresarial y se autodefine como ‘minería verde, sustentable y responsable’ que promueve en nuestros países el falso mito del ‘desarrollo’ y la ‘economía verde’, y se basa en los supuestos avances tecnológicos que sirven para destruir en el menor tiempo posible los territorios”, recalcaron.
Pero desde el ámbito de la industria, la respuesta es que la actividad se puede desarrollar con responsabilidad ambiental. “Los yacimientos, en el caso panameño, están en zonas áridas y no muy productivas en agricultura y ganadería. La minería generaría una alternativa económica para sitios en los que, como regla general, tenemos grandes índices de pobreza”, declaró el panameño Zorel Morales, director ejecutivo de la Cámara de Minería de Panamá.
En la zona occidental panameña, centro de la disputa que prevalece entre los indígenas y el gobierno de Panamá, la pobreza afecta a más del 90% la población “y es de los sitios más ricos en minerales que encontramos” en el país, dijo Morales a EL UNIVERSAL. “La minería puede ser el bastión para desarrollar esas áreas, pero los que se oponen quieren que gran número de personas en Centroamérica sigan viviendo en la pobreza”, añadió.
Un “tesoro” con sus bemoles
¿Será realmente la minería la fuente de recursos para ayudar a Centroamérica a salir de siglos de una pobreza que golpea a más de la mitad de los 40 millones de centroamericanos?
Por disponer de gran cantidad de recursos, desde oro y plata hasta cobre y uranio, los países centroamericanos corren el riesgo de “permitir cualquier tipo de actividad” para acceder a su desarrollo, advirtió la investigadora salvadoreña Silvia Nolasco, autora del informe “Impactos de la Minería Metálica en Centroamérica” de 2011, del Centro de Investigación sobre Inversión y Comercio de El Salvador y del Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina (ambos entes no estatales).
Un mapa del Ministerio de Energía y Minas de Guatemala sobre la localización de minerales metálicos reveló que el país tiene antimonio, zinc, cobalto, cobre, cromo, hierro, magnesio, manganeso, níquel, plata, plomo, oro, titanio, tungsteno y uranio, con casi 8 mil kilómetros cuadrados de su territorio concesionado en 142 licencias a la industria minera (más del 7% de extensión total). Las exportaciones anuales guatemaltecas de minerales metálicos pasaron de 9.8 millones de dólares en 2004 a más de 570 millones en 2010, según cifras oficiales.
Nicaragua, en tanto, posee oro, plata, cobre, zinc, plomo, hierro, antimonio, tungsteno y molibdeno y entregó en concesión más de ocho mil kilómetros cuadrados (6.3% del territorio) con 94 licencias. Cifras del Banco Central de ese país mostraron que el sector minero se consolidó en los últimos tiempos como uno de los más dinámicos de la economía nicaragüense, superó a la construcción y ya en 2010 aportó cerca del 39% del crecimiento del Producto Interno Bruto, que fue de 4.5% en ese año.
La inversión extranjera directa en la minería aumentó de 4.4 millones de dólares en 2000 a 25.3 millones de dólares en 2010, según el Banco.
Las exportaciones nicaragüenses de oro se incrementaron de 29.3 millones de dólares en el año 2000 —equivalentes apenas al 4.5% de los 642 millones de dólares de todos los bienes vendidos por el país en el exterior—, pero en 2010 sumaron 208 millones de dólares y se convirtieron en el principal rubro de exportación, como generador del 11.8% de las divisas de Nicaragua.
El Salvador posee cobre, oro, plata, hierro, plomo, zinc y jaspe y aunque en la actualidad no hay ningún proyecto de explotación, tiene áreas concesionadas con 29 licencias, pero en litigio, y en poco más de mil 200 de sus 21 mil kilómetros cuadrados de extensión total.
Honduras cuenta con oro, plata, plomo, zinc, cadmio, ópalos, cobre, topacio, manganeso, sal, antimonio, hierro, ónix, mercurio y productos polimetálicos.
“Es notable que en los departamentos (estados) más pobres, con menos posibilidades agrícolas o ganaderas sea en donde existen minerales en más abundancia” en suelo hondureño, aseguró Nolasco en el estudio.
Asimismo, Honduras es el país que ha otorgado más concesiones mineras de Centroamérica, con 155 licencias en más de 35 mil kilómetros cuadrados que ocupan el 31.3% de su territorio.
Según el informe de Nolasco, de los 371 mil 916 kilómetros cuadrados de extensión de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua, hay unos 52 mil 726 concesionados a la industria minera y poco más de 26 mil dedicados al cultivo de granos básicos.
Citado por medios hondureños de prensa, el presidente de la Asociación de Minería Metálica nacional, Santos Gabino Carvajal, afirmó recientemente que ese país es el de “mayor potencial minero en Centroamérica” y que la actividad es esencial como fuente de trabajo para millones de hondureños.
Foco de tensiones
En el caso de Costa Rica, la cuestión minera desató en los últimos años fuertes enfrentamientos entre ambientalistas opuestos a todo tipo de explotación y políticos. En suelo costarricense, según estudios oficiales, hay depósitos de níquel, zinc, plomo, oro, cobre, plata, calizas, aluminio y manganeso, entre otros.
Costa Rica aprobó, a finales de 2010, una ley que prohíbe el otorgamiento de permisos de proyectos de minería metálica a cielo abierto, con lo que se convirtió en el primer país centroamericano en contar con ese tipo de legislación.
Panamá —donde a inicios de febrero de este año se registraron violentos choques entre policías e indígenas opuestos a la explotación minera e hidroeléctrica— tiene reservas probadas de más de 50 mil millones de libras de cobre y cerca 10 millones de onzas de oro. Además, hay 12 proyectos en el occidente panameño, según datos oficiales.
“Hay que romper el círculo de la pobreza”, recalcó Morales.
“En la medida que más se sabe sobre el oro, menos asombra su brillo”, alegó Nolasco en sus conclusiones.
Así, en una zona azotada por décadas de inestabilidad política, guerras, dictaduras y crisis social endémica, la palabra minería ahora está ligada a otra que ha acompañado a Centroamérica durante su historia: conflictos.
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