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México es una potencia minera a nivel internacional. Su industria extractiva aprovecha actualmente los altísimos precios en los mercados para convertir estos recursos en un flujo inédito de divisas. El capital internacional se dirige hacia México para generar proyectos productivos de largo plazo y explorar nuevos yacimientos. Sin embargo, la concentración de la industria se encuentra en pocas manos, mucha de ellas extranjeras, lo cual no permite convertir este auge minero en oportunidades reales de desarrollo para las comunidades.

 

El sector minero mexicano conoce desde hace unos años una tendencia expansionista que no había experimentado desde los tiempos gloriosos de la colonia. Según datos de la Cámara Minera de México, CAMIMEX, el valor de la producción minero-metalúrgica llegó al histórico de 13 mil 900 millones de dólares, superando los ingresos del sector turístico que sumó 11 mil 875 millones de dólares. Las divisas generadas por la industria minera ascendieron a 15 mil 474 millones de dólares, 51% más que en 2009. Por su parte el  INEGI, habla de 142 mil 623 millones de pesos, 50.4% más, es decir 47 mil 806 millones de pesos más, que el año anterior[1]. Los ingresos de grandes empresas mineras nacionales, como Grupo México, Grupo Fresnillo e Industrias Peñoles, han visto incrementar sus ventas de 67%, 66% y 43% respectivamente[2].

Altos precios internacionales 

Estos resultados se deben principalmente a la demanda generada por el crecimiento industrial sostenido de países como China e India y a los precios históricamente altos de los metales en los mercados internacionales, ambos factores estando íntimamente relacionados. Otro factor que empujó los precios de los metales a la alza fue la crisis financiera global y la fuga de capitales hacia valores seguros como oro, plata y otros metales precisos. Como consecuencia, el precio promedio del oro incrementó 26% en 2010 para alcanzar mil 225 dólares la onza troy, cifra récord desde hace más de 30 años. El precio de la plata aumentó 37%, al cotizarse la onza troy en 20.19 dólares. El precio promedio del cobre también subió 46% al alcanzar 3.42 dólares por libra. El valor de las exportaciones mexicanas de plata incrementó 80% en 2010, del cobre 50% y del oro 44%. Naturalmente, el valor de capitalización de las empresas mineras inscritas en la Bolsa Mexicana de Valores aumentó 53.7%, en términos absolutos al pasar de 495 mil 452 millones de pesos al cierre del 2009 a 761 mil 568 millones de pesos en el último mes del 2010.

Producción e inversión

Sin embargo, no se trata nada más de un efecto de precios, de resultados meramente nominales sin aumento en los volúmenes de producción. Según datos del INEGI, la producción minero-metalúrgica tuvo un incremento real de 6.3% en 2010 comparado con el año anterior. La producción nacional de oro aumento un 27% y la de plata 30%. México recuperó este año la primera posición como productor mundial de plata con un récord histórico de 4 mil 411 toneladas.

Por otro lado, la CAMIMEX señala que la producción aumentó para 23 minerales y enumera los proyectos de inversión y apertura de minas de las diferentes empresas del sector, nacionales y extranjeras. En 2010, la inversión total en la industria minera aumentó en 16% y alcanzó los 3 mil 316 millones de dólares, 458 millones más que en 2009. El monto global invertido en exploración minera ascendió a 11 mil 500 millones de dólares, equivalente a un incremento de 45% respecto al periodo anterior. 51% de dicha inversión se orientó a la búsqueda de yacimientos de oro[3].

¿Una opción de desarrollo económico?

El sector minero empleaba en 2010 a 283 mil 800 trabajadores, 14 mil más que el año anterior. En palabras de los industriales del sector: “Cada proyecto minero trae consigo la generación de empleos de calidad, la creación de infraestructura, el uso de tecnología de punta e innovación, sobretodo en el cuidado del medio ambiente, y el desarrollo de profesionales y técnicos en ciencias de la Tierra, generando círculos virtuosos que detonen el desarrollo económico de diversas regiones del país. (…) La minería ha sido sinónimo de crecimiento y desarrollo centenario para México. Desconocer el peso de la minería en la economía e historia de nuestro país representaría perder oportunidades de crecimiento para las presentes y futuras generaciones”.

Sin embargo, activistas sociales y ambientalistas critican está visión idílica de la industria minera como un factor de desarrollo y un mecanismo efectivo para mejorar las condiciones de vida de las comunidades. El centro de análisis e investigación FUNDAR por ejemplo, señala que la industria “ha sido objeto de fuertes críticas debido a que en la mayoría de los casos los proyectos se aprueban y apoyan sin tomar en consideración elementos fundamentales para el desarrollo y la existencia misma de las poblaciones a las que se pretende “desarrollar” tales como su salud, su medio ambiente o su identidad cultural. (…) La idea lógica de que la abundancia de recursos naturales debe traducirse en un elevado nivel de vida para las comunidades resulta una falacia para gran parte de los pueblos del mundo “en desarrollo”. En términos generales el desarrollo de industrias extractivas en estos países no ha servido para mejorar sustancialmente las condiciones de vida de las comunidades locales y sí ha deteriorado severamente su entorno, cancelando alternativas de desarrollo que pudieran ser más equitativas y sostenibles[4].

Capital extranjero

Otra crítica es la muy importante participación del capital extranjero en la producción minera mexicana, y por lo tanto en la captación de la riqueza fruto de la extracción de los recursos del subsuelo. De 2006 a 2010, la inversión extranjera directa, IED, en el sector minero representó 11 mil 986 millones de dólares, 132% más que lo recabado en todo el sexenio anterior (5 mil 159 millones de dólares). Operan en México 286 empresas con capital extranjero, de las cuales 210 con capital canadiense, repartidas en 757 proyectos de los cuales 615 están en proceso de exploración. De hecho, México fue clasificado como el 4º país más atractivo a nivel mundial para proyectos de exploración en 2010 con un 6% de participación, después de Canadá (19%), Australia (12%) y Estados Unidos (8%)[5]. La minera canadiense GoldCorp Inc. concentra ella sola el 36% de la producción de oro del país.

El auge minero hace resurgir el espectro de la explotación colonial de los recursos nacionales, generando grandes ganancias para el capital extranjero y pocos beneficios para las comunidades locales, muchas veces marginadas y/o indígenas, afectadas en su salud, su medio ambiente y su tradición, por los grandes complejos industriales. La crítica al “neo-extractivismo” ha cobrado importancia a medida que crecían las inversiones en nuevos proyectos millonarios. Protestas como las que ha conocido el territorio huichol de Wirikuta es un recordatorio que, tanto la autoridad como los representantes del sector están obligados a tomar en cuenta dicha resistencia, respetar el entorno ambiental y social de las minas y repartir mejor los frutos de la explotación de los minerales si quieren seguir sacando provecho del subsuelo nacional.

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