Leopoldo Ramos
Los hombres que se dedican a la minería, resignados, aseguran que siempre saben que van a entrar a las minas o a pocitos, pero nunca si volverán a ver a sus familias.
domingo, 05 de agosto de 2012
La explotación del carbón en Coahuila cobra una cuota promedio superior de 15 vidas anualmente. Desde 1889 a la fecha suman alrededor de 1,900 los trabajadores muertos en minas formales y pocitos.
Las explosiones de gas grisú han pasado las facturas más altas, seguidas por los derrumbes e inundaciones de las galerías. Esto significa morir despedazado, quemado, aplastado o ahogado, según las circunstancias.
De acuerdo con la organización Familia Pasta de Conchos, el registro más antiguo de una catástrofe en la zona carbonífera de Coahuila data de 1889, cuando un estallido de gas metano (grisú) mata a 135 hombres.
El año de 1908 resulta aún más fatídico: fallecen 300 hombres en Rosita y Palaú.
Y en 1910, año del Centenario de la Independencia e inicio de la revolución mexicana, la mina II, en Esperanzas, otros 300 trabajadores pierden la vida.
BARROTERÁN
El lunes 31 de marzo de 1969, toda la población de Barroterán (municipio de Múzquiz) y varias comunidades aledañas se cimbran por un poderoso estruendo. Ha explotado la mina Guadalupe. Son las 17:30 horas.
El saldo es impresionante. En cuestión de segundos, mueren 153 trabajadores y cuatro empleados de confianza de la empresa.
Una gran nube de humo, polvo y fuego escapa por la boca de los dos socavones.
«Fue como si el diablo hubiera estornudado desde el mismísimo infierno», recuerda muchos años después un viejo minero que apoyó las tareas de rescate en Pasta de Conchos, catástrofe en la que fallecieron 65 trabajadores el 19 de febrero de 2006.
Javier Villarreal Lozano –«periodista extraordinario», como lo describe el articulista Marcos Durán Flores, en reciente colaboración– fue el primer reportero de Monclova en enterarse de la hecatombe.
Escritor, historiador y titular del Centro Cultural Vito Alessio Robles, dirigía en aquellos años el periódico El Tiempo. Acompañado del fallecido fotógrafo Ricardo Polendo, se trasladó de inmediato al mineral.
Tras identificarse, le fue permitido ingresar a la mina, guiado por personal de la empresa. Le dieron un pedazo de cebolla que debía oler para, supuestamente, tolerar los gases que todavía no se disipaban. El remedio no funcionó. A los pocos minutos, el grupo tuvo que desandar el camino.
«Salimos noqueados», recuerda.
Al filo de la medianoche, de regreso a su periódico, distintos medios lo buscaban telefónicamente para solicitarle información. Compartió la que tenía, precisada al anochecer con datos que le proporcionó el entonces director de Ahmsa, Ignacio Villaseñor.
Se llevó «la de ocho» en varios medios escritos, quienes automáticamente lo designaron corresponsal esa misma noche. Incluso, debe de conservar una edición de The New York Times del día siguiente, otorgándole el crédito consabido.
«by Javier Villarreal», se lee bajo el encabezado del prestigiado rotativo.
Divertido, recuerda el telefonema de Jacobo Zabludovsky. No daba pie con bola sobre cómo llegar a Barroterán. Le recomendó lo más prudente para la época: del DF a Monterrey por avión, y vía terrestre a Monclova, y de ahí a la mina Guadalupe.
Al día siguiente, 1 de abril de 1969, el hasta entonces desconocido mineral ya bullía de periodistas. Para la revista Life fue tema de portada: un minero haciendo una pausa durante las labores de rescate, pero cuya expresión lo reflejaba todo: de la impotencia a la desesperanza, de la tristeza al enojo, a la frustración.
resignados…
La Región Carbonífera, con presencia internacional por estos lamentables eventos, comprende cinco de los 38 municipios de Coahuila: Sabinas, Múzquiz, San Juan de Sabinas, Juárez y Progreso.
Los hombres que se dedican a esta actividad (incluidos menores de edad, padres e hijos, hermanos o primos) están conscientes de los riesgos. Resignados, aseguran que siempre saben que van a entrar a las minas o a pocitos, pero nunca si volverán a ver a sus familias.
Un mes después de la explosión en El Hondo, en 1902, Porfirio Díaz fue a la mina acompañado de una numerosa comitiva. Desde esa época, los mineros de la Carbonífera reclaman ante el gobierno federal en turno la falta de condiciones para desempeñar con seguridad su trabajo.
En poco más de una semana, 13 vidas más se han extinguido en Coahuila por la misma razón que plantearon al dictador Díaz hace 110 años.
Entonces, la pregunta obligada es: ¿hasta cuándo serán escuchados?
Sin distingo…
El accidente del viernes en la Mina 7 de la empresa Minerales Monclova Sociedad Anónima (Mimosa), comprueba que la tragedia no discrimina y tampoco está reservada para los yacimientos explotados de manera rudimentaria, como los pocitos.
La mina en mención es «la más segura y tecnificada» de su tipo en el país, según datos de la Dirección General de Minas de la Secretaría de Economía y de la secretaría estatal de Desarrollo Económico.
De hecho si no fuera así no habría sido posible que más de 280 trabajadores salieran ilesos, en un proceso de evacuación que transcurrió sin complicaciones.
El techo y las paredes de la excavación se soportan con un túnel de acero, había suficiente polvo inerte que inhibe la combustión y los abanicos para introducir aire limpio y retirar el contaminado funcionaban de manera ordinaria.
En resumen, la empresa hizo lo que debía para propiciar condiciones de seguridad y evitar riesgos, pero aún con con ello hubo un derrumbe de unas 100 toneladas que acabó con la vida de seis trabajadores, algunos veinteañeros que dejaron en la orfandad a pequeños de cinco años o menos.
Ante todo esto valdría la pena voltear la vista y recibir con la suficiente atención la urgencia del gobernador Rubén Moreira Valdez para que el gobierno federal desate los nudos que estableció para impedir la explotación y el aprovechamiento del gas metano que hay en los yacimientos antes de habilitar las minas.
Si la Secretaría de Hacienda accede y se flexibilizan los derechos que los empresarios deben pagar, el gobierno federal no perderá nada, pues se trata de un impuesto por el que no recibe un peso debido a que es inaplicable.
http://www.eldiariodecoahuila.com.mx/notas/2012/8/5/recuento-danos-308950.asp