Esta práctica lleva años aplicándose en países como Estados Unidos y ha comenzado a ser la nueva “panacea” energética en países como España, Argentina, Reino Unido y Australia. Pero también ha comenzado una resistencia férrea por parte de las comunidades contra una práctica extractiva que sigue fomentando el uso de los combustibles fósiles, la matriz energética actual, y causando grandes impactos socio-ambientales en las comunidades cercanas a los pozos de fracking.
En México, la nueva reforma energética y el Plan Nacional de Desarrollo contemplan el fracking como una acción más a llevar a cabo en las modificaciones contempladas para PEMEX. Esto, junto a la exploración y explotación en aguas profundas, son las dos cartas fuertes del gobierno federal en materia de tecnologías de explotación energética.
Las primeras acciones ya se están llevando a cabo en la región de la Comarca Lagunera, principalmente en el Estado de Coahuila, donde están operando, sin permiso de la Secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales más de cien pozos para la captura de gas natural el Fracking.
Entre los principales impactos socio-ambientales que produce el fracking podemos contar la contaminación de aguas superficiales y subterráneas, la contaminación del aire, afectaciones a la salud humana, alteraciones del paisaje, contaminación de suelos y riesgo sísmico.