Escrito por RAMIRO ESTRADA SÁNCHEZ el 14 Julio 2014. | Publicado en Luneta del Lunes
Aquellos caminos que serpenteaban por la sierra, no son los mismos. Algunos han sido considerados de alto riesgo. La pequeña iglesia de arquitectura neogótica, quedó muy próxima al abismo. El Guachito, esa iglesia que era consuelo y refugio para los mineros que ascendían o descendían de los horizontes montañosos, quizá desaparezca. No hay autoridad que voltee a ver los destrozos que las compañías mineras están efectuando en la región del semidesierto zacatecano.
En los poblados que lindan con los yacimientos minerales que explotan tanto Carlos Slim como concesionaros extranjeros, empieza a faltar el agua para consumo humano. Lleva prioridad la que se dedica a la explotación de nuestros recursos minerales. Lo demás, ¿qué importa? En la balanza del neoliberalismo, la vida humana pierde valor, interés, importancia.
Los tajos abiertos, están envenenando el aire que antes se purificaba por las alturas orográficas y por las coníferas que aún subsisten. Los explosivos han resquebrajado casas en centros poblacionales como Concepción del Oro.
El pasado mes de junio, un grupo de historiadores, cronistas y miembros de la Academia de la Lengua Viperina, hicimos el cuarto recorrido anual por Mazapil y Concepción del Oro, ambas poblaciones zacatecanas. Previamente, recibí una llamada de una persona originaria de aquellos rumbos: querían invitarnos a visitar, nuevamente, la doliente comunidad de Salaverna.
Imposible entrar, me dijo el salavernense de nacimiento. Hay la orden de impedir el paso a cualquier persona que desee ingresar a los despojos de ese centro minero situado en lo alto de las cimas serranas. Y es que, a principios de este año, la crónica infamante que lleva varios años de estarse escribiendo con las familias que se resisten a dejar Salaverna y los brutales golpes que les asestan los esbirros de Tayahua, la empresa propiedad de Carlos slim se consumó.
En un reportaje del periódico capitalino «El Universal» de fecha 4 de enero de este año, titulado: «La minería a tajo abierto, amenaza para México», se hace un relato escalofriante del caso en comento.
Inicia el artículo periodístico diciendo que hace algunos meses, la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, dio su autorización para que una mina que antes se explotaba de la manera tradicional que es la subterránea, ahora lo fuera a tajo abierto.
El área concesionada es de 300 hectáreas, incluyendo un tajo de 40 hectáreas y 230 metros de profundidad. Para explotar esos yacimientos riquísimos en cobre se permite utilizar anualmente 97 toneladas de ácido sulfúrico, 800 toneladas de explosivos conteniendo nitrato de amonio, así como 1,200 metros cúbicos de queroseno.
¡Recontracáspita!
En el mismo municipio de Mazapil, tan grande geográficamente y tan despoblado, tan inmensamente rico pero tan catastróficamente pobre, está Peñasquito, la mina de oro más grande de América Latina. En los años que lleva la compañía canadiense de explotar este prodigio argentífero a tajo abierto, ha carcomido los cerros, ha envenenado el aire y a donde quiera que llega su maquinaria y tecnología infernales, desertifica el suelo para toda la eternidad.
Por eso es comprensible que, ante el tímido anuncio de que se decrete zona protegida esta parte del estado de Zacatecas, los empresarios del ramo han manifestado su oposición a ese intento legislativo. Dicen que terminaría con la actividad minera que tan espléndidas ventajas (¿?) deja, a nuestro país.
Claro, como ellos son los del verdadero poder, que es el económico, serán los que logren imponer su criterio. Como la casi totalidad de los concesionarios son extranjeros, a ellos, ¿qué les va a importar el daño irreversible que le están haciendo a México?
Simplemente, cuando terminen los años de su merced o cuando se agoten las vetas, recogerán sus bártulos y se irán a vivir, plácidamente, a sus países de nacencia. O a cualquier parte del planeta que les parezca propicia para gastar las fortunas, acumulación desorbitante de riquezas. Nosotros, en cambio, seguiremos aquí, en lo que todavía nos queda de patria. Si es que algo nos queda.
Y por ahora, que nadie nos amargue este momento. Que los del poder político o económico, sigan haciendo sus bestiales barbaridades. Hoy, que nadie nos moleste. Es la final del Mundial. Y en esta vida, si no se disfruta el futbol…
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