Ecosofía
Luis Tamayo
Como mis lectores saben bien, La minera Alamos Gold adquirió la concesión de la Esperanza Silver para realizar una explotación de tajo a cielo abierto para la obtención del sobrevaluado oro en la región central de Morelos (Temixco, Miacatlán, Cuentepec, Alpuyeca). La concesión es de 15 mil Hectáreas y por las características de la región (Selva baja caducifolia), una vez terminados sus trabajos (en 15 años, indicaba la Manifestación de Impacto Ambiental de la Esperanza Silver) la minera dejaría un enorme desierto en pleno centro de Morelos. Y ello debido a que su compromiso final era dejar 20 centímetros de tierra con plantitas, lo cual muy pronto sería erosionado por el candente sol y las fuertes lluvias que azotan la región. Actualmente pueden soportar ese clima sólo las plantas propias de la Selva baja caducifolia que ahí se encuentra, esas plantas que han desarrollado, en el curso de siglos, raíces no sólo muy largas sino capaces de morir en dos terceras partes durante la época de secas y, cuando llegan las lluvias, restablecerse con tal rapidez que apenas dos días después de las primeras lluvias la región pasa de un paisaje amarillo y seco a uno verde y resplandeciente.
Como las mineras no entienden ni se interesan por los ecosistemas ni por la salud de los habitantes de la región, buscan sólo cumplir con lo mínimo, con lo que pueden, a sabiendas que eso constituirá un verdadero ecocidio en una región simplemente muy especial, una verdadera joya de la tierra y la mejor defensa de la región contra el Calentamiento global antropogénico.
Ese ecocidio, afortunadamente, fue detenido en el 2013 por la ciudadanía organizada y la Secretaría de Desarrollo Sustentable morelense, las cuales convencieron a la Dirección General de Impacto y Riesgo Ambiental (DGIRA) de la Semarnat de las terribles consecuencias del proyecto. Y como la minera Esperanza Silver ya no podía hacer nada… ¡Pues vendió su concesión a la Álamos Gold! Una empresa también canadiense, mucho más grande y con mayor capacidad de corrupción.
Es por eso que ahora la minera Alamos Gold viene de nuevo a intentar perpetrar el escocido. Y lo pretende hacer coludida, de nuevo, con los caciques de la región. Y eso nos enfrentará otra vez entre nosotros, entre los propios mexicanos. Pero daremos la batalla pues lo que está en juego es el futuro de todo Morelos.
Sin embargo hay otras maneras de luchar que no van por el camino del enfrentamiento político.
También se puede luchar contra las mineras deteniendo el consumo de sus productos. Estoy seguro que es del conocimiento de más de uno de mis lectores la verdadera estupidez que implica adquirir productos de oro.
En primer lugar recordemos que el oro en el México prehispánico no era un bien, era simplemente un metal más utilizado en la elaboración de joyería. No era su moneda. Lo era el cacao, un superalimento. Es por ello que no entendían por que los españoles buscaban tanto el oro. Para ellos eran mucho más valiosas las plumas de colores y el cacao.
Fue en Occidente donde se convirtió en el valor fundamental de cambio, en la principal moneda y, a partir de ahí, inició la absurda carrera de su acumulación. Por alguna razón (sus propiedades químicas: casi nula oxidación, su gran ductibilidad, su facilidad de purificación) la mayoría de los occidentales comenzaron a hipervalorarlo al grado de hacerlo el soporte del valor de las monedas del mundo, el “respaldo en oro” de las mismas.
Y todo eso basado en el principio de que “todos quieren poseer oro”… Y el problema es que eso no es precisamente evidente. El oro no se puede comer. Y sinceramente no se aprecia claramente que sirva para algo mejor que para hacer simples adornos.
Actualmente el oro se usa casi exclusivamente para elaborar joyería y lingotes. Y los adornos se pueden hacer con muchos otros metales (algunos de los cuales no sólo son mucho más baratos sino resistentes y bonitos), los lingotes también se pueden hacer en muchos otros metales.
La locura por la posesión del oro ha conducido a un vergonzoso y terrible fenómeno: el oro en nuestros días está sobrevaluado. Y las consecuencias de ello es que se le extraiga a cualquier precio.
Déjenme reiterarlo: el oro actualmente no tiene casi ningún uso industrial, dejar de producirlo no afectaría a nadie, ni a la industria ni a las personas. Pero se le extrae de manera desaforada, y en nuestros días gracias a la técnica de la minería de tajo a cielo abierto, destruyendo bosques y selvas, envenenado acuíferos y ecosistemas enteros, enfermando a los mineros y a sus familias.
La contaminación por mercurio que ocurre en las pobres comunidades mineras del mundo es terrible, y ese no es el único procedimiento para extraer el mineral, hay otros que utilizan cianuro y contaminan con metales pesados los acuíferos. En nuestros días, para producir un gramo de oro bajo la técnica de minería de tajo a cielo abierto es necesario remover varias toneladas de mineral, destruir cientos de metros cuadrados de suelo, contaminar cientos de litros de agua.
Y todo para producir un metal que ¡se utilizará como adorno o para ser guardado como lingote!
Sinceramente, si quieren guardar metales en sus bóvedas… Pues les regalo mis latas. Tengo muchas.
Si realmente queremos detener a las mineras necesitamos generar un cambio de conducta.
Necesitamos dejar de caer en su juego. Dejemos de comprar oro y de valorarlo de la manera absurda que se hace en la actualidad. Sólo así conseguiremos pararlos. Es porque muchos quieren comprarlo por lo que vale tanto. Si dejamos de caer en su juego, en el consumismo de sus productos, el precio del oro se derrumbará. Esa es la mejor manera de luchar contra la minería depredadora ¡Y sin enfrentarnos entre nosotros!
Es por el bien de todos.
tamayo58@gmail.com
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