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Mineros en Pasta de Conchos, Coahuila. Foto: Eduardo Miranda |
MÉXICO, D.F., (apro).- Para reflexionar y crear conciencia sobre los efectos negativos que la minería a cielo abierto causa en la salud, la biodiversidad y el patrimonio cultural, un grupo de investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) inauguró la exposición itinerante El oro o la vida. Patrimonio biocultura y megaminería, el pasado 15 de noviembre en el Museo Regional Cuauhnáhuac –antiguo Palacio de Cortés– en Cuernavaca, Morelos.
Hecha por Paul Hersch Martínez con la colaboración de Lilián González Chévez, Mariana Solorio Damián y Catalina Sedano Díaz, la exposición reúne imágenes, material informativo y una serie de maquetas elaboradas por alumnos de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM). Se ha presentado ya en espacios como dicha universidad y la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).
Una de las motivaciones para su realización –en el marco del 75 aniversario del INAH celebrado el año pasado–, es el incremento de los conflictos socioambientales causados por diversas y críticas condiciones sociales en el país:
“(…) extensos territorios se hallan sometidos a tensiones crecientes de amplia afectación que ninguna iniciativa de análisis contextual puede obviar ya. En el origen de esos conflictos destaca a menudo la imposición de iniciativas de un ‘desarrollo’ cuestionable, incluidas las de extracción minera que generan múltiples efectos previsibles cuyo vasto alcance difícilmente hubiéramos creído posible hace unos años, no sólo por las técnicas radicales empleadas en ese modelo extractivista desequilibrado, sino principalmente por la devastación ecológica, económica y política que provoca. Y todo ello remite a la figura del patrimonio biocultural, en cuyo ámbito de defensa y análisis se inscribe el programa de investigación referido”.
Así se explica en la introducción del volumen de 77 páginas Patrimonio biocultural y megaminería: Un reto múltiple, realizado como parte de la muestra, dentro de la serie de publicaciones Patrimonio Vivo del programa de investigación “Actores Sociales de la Flora Medicinal en México”.
También se produjo un video en el cual se recogen testimonios en diversos países de América Latina y España, donde hay megaproyectos mineros de tajo abierto en los cuales las compañías transnacionales han arrasado con los recursos naturales e incluso la vida de quienes se han opuesto a los proyectos mineros. Incluso, se consigna una lista de activistas asesinados.
[youtube]https://youtu.be/AXpM0SYH26k[/youtube]
Los organizadores indican en la presentación del libro que el conjunto de los materiales no tienen como fin condenar a la minería como tal, incluso la califican de “actividad noble”, sino expresarse a “favor de la conservación de la vida y la cultura”.
Se trata de “compartir información y elementos de reflexión que nutran una conciencia social e histórica, individual y colectiva, en defensa de nuestro patrimonio cultural y biológico ante las crecientes iniciativas de minería de metales mediante la técnica a cielo abierto con uso de sustancias tóxicas, pues afectan los ecosistemas, su biodiversidad, el paisaje, las reservas de agua, la salud y el patrimonio cultural de México”.
La minería a cielo abierto es distinta de la minería tradicional que se realizaba a través de túneles. Es más destructiva y nociva porque “implica abrirle un tajo a la tierra, destruyendo la cubierta vegetal y la vida en sus diversas manifestaciones para llegar al subsuelo”. Se dinamita la zona, se extraen grandes cantidades de piedra para obtener en ocasiones 0.2 gramos de oro, que se separa de resto de piedra y tierra con sustancias químicas “de alta toxicidad, como el cianuro, el mercurio o el ácido sulfúrico”.
Daño irreversible
En julio de 2013, el historiador Felipe Echenique March, investigador del INAH, denunció en el semanario Proceso cómo esta institución ha quedado a merced de las empresas mineras que aprovechan el caos institucional para obtener licencias y liberación de sitios donde incluso hay vestigios precolombinos para implantar sus proyectos, poniendo en riesgo el patrimonio arqueológico del país.
Habló del caso de la minera canadiense Esperanza Silver, asentada en Temixco, Morelos, y vislumbró un panorama “negro” para la preservación de ese patrimonio.
Se publicó entonces en el semanario que el colectivo En el Volcán (www.enelvolcan.com) ha dado cuenta de la nueva “fiebre del oro” que ha hecho que empresas transnacionales obtengan concesiones en varios estados de la República Mexicana pero también en países como Guatemala y Honduras.
Sólo en Guerrero existen más de 300 proyectos mineros a cielo abierto que afectarán “irreversiblemente” el patrimonio arqueológico, consignó entonces el diario La Crónica.
De acuerdo con datos de los investigadores del INAH en México, existen más de 46 mil emplazamientos prehispánicos, de los cuales 187 están abiertos al público. El resto no ha tenido trabajos de exploración arqueológica. Ponen como ejemplo el caso de Oaxaca, donde 90% de su territorio tiene vestigios precolombinos.
Y así, sin siquiera tener cabal cuenta del tipo de vestigios que hay en el subsuelo se están entregando concesiones a las mineras para explotar el subsuelo, señalan en la exposición y citan:
“De acuerdo con cifras de la Secretaría de Economía, hasta junio de 2014 habían 25 mil 566 títulos de concesión vigentes, que corresponden a 25.7 millones de hectáreas, es decir, al 12.85% de la superficie del país. Muchas concesiones vigentes que se superponen con zonas arqueológicas registradas y es seguro que otras coinciden con zonas aún no conocidas, ni exploradas.
“Más de la mitad de todas las concesiones otorgadas se encuentran en tierras actuales de cultivo, con riesgo de ser destruidas e inhabilitadas para siempre. Otras coinciden con territorios donde aún se conserva flora y fauna silvestre, incluso zonas de reserva ecológica”.
Nulo beneficio a la gente
En las imágenes presentadas en la exposición y recogidas también en el libro, se aprecia la distribución de los metales en un mapa del país: cobre, oro, plata, zinc, plomo, hierro, carbono, estroncio, manganeso, entre otros, se añaden a la riqueza étnica, cultural, de flora, fauna, paisajes y climas que hicieron que en algún momento de su historia se llamara a la república “el cuerno de la abundancia”, incluso, por su forma geográfica.
Pero se advierte:
“…la afectación de sus territorios ha sido una constante desde el choque de la conquista hasta hoy, que nos encontramos ante situaciones de amenaza que demandan atención. Una de ellas es el desmesurado incremento de concesiones otorgadas por los gobiernos en casi toda América Latina para un tipo de extracción intensiva de minerales, conocido como minería a cielo abierto, la cual es promovida con argumentos de progreso y desarrollo”.
Al respecto, se puede ver en el video el momento en el cual un representante de una de las mineras es rodeado por la gente de un pueblo, cansado del despojo, la contaminación y las promesas falsas de empleo. Lo increpan, le cuestionan quién es el dueño, él se niega a revelarlo. “¿Es Carlos Slim?”, preguntan pues el multimillonario mexicano posee también minas de este tipo en el país, como Germán Larrea, dueño del Grupo México. No hay respuesta. El hombre sólo repite en un mal español que la compañía llevará dinero a la población.
La realidad es que no. La exposición da cuenta de que la población asentada en los territorios cercanos a las mineras y ha sido despojada de sus tierras, no recibe los beneficios. Afirma incluso que México es uno de los países que menos dinero recibe por las concesiones y cobra menos impuestos por los productos extraídos por las empresas mineras, nacionales y extranjeras:
“Nuestro país cobra por extensión de tierra concesionada y no por el volumen de metal extraído. Los primeros años de las concesiones, México cobra 5.90 pesos por hectárea cada semestre, es decir, menos de lo que cuesta un refresco. En contraste, por ejemplo, la mina de Buenavista del Cobre, en Sonora (propiedad del Grupo México de Larrea), generó utilidades netas por 15 mil 321 millones de pesos sólo en el primer semestre del 2014. Ni siquiera existe control riguroso de los minerales y cantidades que se sacan de México. Las recientes modificaciones fiscales no transforman el desequilibrio.”
En suma:
“…la utilidad es privada y lo público son sus efectos nocivos.”
Vale recordar que la mina Buenavista del Cobre fue la que derramó residuos tóxicos que afectaron a más de 20 mil habitantes de los municipios de Ures, Baciácora, Aconchi, San Felipe de Jesús, Huépac, Benámichi, Arizpe, Bacoahi y Cananea.
Pero la minería de este tipo no sólo afecta a México, el video recoge testimonios de gente de diversos países como India, Ghana, Argentina, Colombia, Chile, Perú, España y Estados Unidos.
En India, la compañía Vetanta Resources, con sede en Londres, planeó abrir una mina en la cima de la montaña Niyamgiri, el lugar más sagrado de los dongria kondhs. Un integrante de la etnia da su testimonio en el documental:
“Quieren coger estas rocas de la montaña. Estas rocas son la razón por la cual nuestros hijos pueden vivir aquí. Gracias a ellas viene la lluvia. Llega el invierno, sopla el viento, la montaña trae toda el agua. Si se llevan estas rocas, moriremos. Perderemos nuestra alma. Niyamgiri es nuestra alma”.
Y así habla gente de otras partes del mundo, mientras la cámara muestra la degradación ecológica, la erosión y los efectos en la salud:
“La minería se está llevando toda el agua”. “Desde el comienzo de la mina toda el agua está contaminada”. “Están despojando al país de sus hermosos recursos, están destruyendo granjas y la vida a su alrededor”. “Galicia abre sus puertas a transnacionales extranjeras para convertirse en una gran mina a cielo abierto”. “Millones de euros, sí, pero para unos pocos”. “A los gallegos no nos quedará más que devastación, pobreza”, insisten.
“Con la llegada de la minera nuestra vida cambio totalmente… éramos un pueblo unido, había cariño, respeto, y todo eso se perdió. Era un paraíso mi pueblo y ahora vivimos en el infierno, en la incertidumbre… a algunos se les despertó la codicia…”, dice don Armando Mendoza, de Cerro de San Pedro, en San Luis Potosí, quien falleció en 2012 por insuficiencia renal.
Cerro de San Pedro es un caso emblemático pues el escudo de armas de la ciudad de San Luis Potosí tiene plasmado dicho cerro y ahora ya no existe más pues fue dinamitado completamente por la Minera San Xavier y en su lugar quedó un gran cráter con los restos del material tóxico con el cual se separaron los metales de la tierra y piedra.
Además de los daños a la diversidad cultural y biológica, hay graves afectaciones a la salud consignadas por los investigadores del INAH, desde conjuntivitis y daños en las mucosas y la piel hasta afectaciones al hígado, pulmones, el efecto causa partos prematuros, abortos, tumores y malformaciones congénitas.
Por eso la exposición cuestiona “¿Inversiones? ¿Negocio? ¿Desarrollo? ¿Vida campesina? ¿Futuro?”. Y para responder citan a un grupo de productores de cacao de República Dominicana:
“Ellos nunca preguntaron. Simplemente llegaron…”.
http://www.proceso.com.mx/?p=421027