
Res Pública Por Fundar, Centro de Análisis e Investigación Fundar es un Centro de Análisis e Investigación, es una institución plural, independiente, sin… (Leer más) Desarmando el mito del desarrollo de los megaproyectos En un país como México, donde predominan las condiciones de desigualdad y pobreza, resulta urgente reconocer que el modelo actual de desarrollo está teniendo serias repercusiones en la vida de las personas,
Por Fundar, Centro de Análisis e Investigación 17 de octubre, 2019
Las empresas responsables de megaproyectos de minería, hidrocarburos y energía, así como personas vinculadas a su implementación, siguen insistiendo en que dichos proyectos están hechos para traer beneficios a las comunidades donde se implementan, principalmente bajo el lema de generar empleos y detonar el desarrollo. Esto abre la puerta a dos preguntas centrales, ¿qué tipo de empleos? y ¿a qué se refieren con desarrollo?
En ocasiones el mito empieza con la idea de que una gran empresa aportará a la solución del desempleo, cuando se ha identificado que un gran empleador no es necesariamente un buen empleador, debido a las brechas salariales, la subcontratación vía outsourcing, así como la falta de formalidad y garantía de derechos laborales como seguridad social para las y los trabajadores.
En el Anuario 2018, Fundar registró que, en el caso de las actividades extractivas, éstas contribuyen con aportes mínimos a las cifras de empleo nacional y son superadas, por mucho, por otros sectores económicos. Para finales de 2018, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) registró un total de 131,434 trabajadores asegurados en las actividades extractivas, cifra que representa apenas el 0.66% del total en el país, frente a la industria de la transformación (27%), el sector de servicios para empresas, personas y hogar (23%) y el comercio (20%). Con lo que se hace evidente que con la cantidad de empleos que aportan la minería y la extracción de hidrocarburos en México, su contribución dista mucho de ser relevante en términos de empleo a nivel nacional.
En términos de desarrollo, los discursos oficiales que defienden a la industria extractiva -señalando que son motores de desarrollo local y nacional- asumen que los proyectos extractivos se realizan con el objetivo de mejorar la calidad de vida de las comunidades que viven en zonas donde se da esta actividad. Por ejemplo, el presidente de la Cámara Minera de México (Camimex) en su informe anual de 2019 señala que la minería “es creadora de empleos dignos, impulsora del desarrollo comunitario y mejoramiento en la calidad de vida de los pobladores de las localidades mineras”.
No obstante, si ponemos la lupa en el caso de la minería de oro y plata, que representa poco más de 2/3 partes de toda la exploración de metales que se hace en México, podemos observar que ésta se realiza mayoritariamente bajo la modalidad de cielo abierto. Esta técnica extractiva destruye el terreno, utiliza mayor cantidad de agua y genera grandes cantidades de materia fina, “polvillo” tóxico, que es absorbido por animales y seres humanos, generando gran contaminación ambiental e impactos en la salud, además de causar destrucción total del territorio que inhabilita a las comunidades para volver a su estilo de vida previo a la llegada de dichos proyectos extractivos.
Además, los indicadores socioeconómicos en los principales centros productores de oro y plata muestran lo contrario al desarrollo prometido, ya que las medias de las comunidades tienen peor desempeño que la media nacional. Como es el caso del promedio de pobreza en centros productores de oro que es del 49.59%, y 58.54% en productores de plata, mientras que la media nacional es del 43.6%. De igual manera, la población sin servicios básicos en la vivienda en zonas productoras de oro es del 29.38%, en las de plata del 35.31% y la media nacional es del 19.3%.
Ante este contexto, se hace necesario identificar las problemáticas y sistematizar las afectaciones directas de los megaproyectos en la población, así como crear nuevas formas para conceptualizar desarrollo. En un país como México, donde predominan las condiciones de desigualdad y pobreza, resulta urgente reconocer que el modelo actual de desarrollo está teniendo serias repercusiones en la vida de las personas, y que llevar megaproyectos bajo la bandera de ‘detonadores de desarrollo’ en las comunidades puede resultar en un juego muy perverso donde se resaltan supuestos beneficios y se ignoran los verdaderos impactos.
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