Publicado: septiembre 7, 2020
Verónica Vázquez García, Dulce María Sosa Capistrán y Rocío Martínez González
“Por eso yo defiendo la tierra, defiendo el agua, porque eso es vida.
No tengo miedo a las empresas, seguiré luchando.”
—Máxima Acuña, Premio Goldman 2016
La minería a cielo abierto se ha convertido en el modelo predominante de extracción de minerales en América Latina. Dicho modelo se caracteriza por hacer tajos a los cerros para obtener metales comercializables, especialmente preciosos, a través de técnicas de lixiviación que utilizan grandes cantidades de agua. Los impactos socioambientales de estas prácticas han sido ampliamente documentados, en particular la escasez y contaminación de agua; los problemas de salud asociados con ello; el incremento de la violencia en las regiones donde operan proyectos mineros; y los conflictos inter e intracomunitarios que esta situación genera.
Lamentablemente todavía se sabe poco de los efectos diferenciados de la minería en hombres y mujeres de distintos sexos, edades y condición socioeconómica. La perspectiva de género ayuda a determinar las dificultades que las mujeres enfrentan para hacer valer sus derechos en un contexto de extractivismo minero.1 Este artículo tiene por objetivo dar a conocer los principales aportes de mujeres latinoamericanas sobre el tema.
Ilustración: Raquel Moreno
Pérdida de acceso a la tierra y de la seguridad alimentaria
Las mujeres rurales producen cerca de la mitad de los alimentos que se consumen en el mundo, pero rara vez son dueñas de la tierra.2 En México, solo el 20 % de los y las titulares de derechos ejidales son de sexo femenino. Esta situación las excluye de los procesos de toma de decisiones relacionado con la entrada de las mineras a su territorio y del acceso a los magros beneficios asociados con ella, en particular la renta de terrenos a las empresas.
A esta situación hay que añadir la consecuente pérdida de seguridad alimentaria de los hogares de las mujeres3 debido al cambio en el uso del suelo y la contaminación y privatización de fuentes de agua.4 Una de las demandas más importantes de las mujeres que se movilizan en contra de proyectos mineros tiene que ver justamente con la protección de los recursos naturales y de los espacios donde se producen alimentos en localidades donde la minería ha trastocado las principales actividades de subsistencia.
Problemas de salud
Los problemas de salud asociados con la minería a cielo abierto se atribuyen a la contaminación del agua y del suelo por cianuro, cadmio, cobre, arsénico, plomo, mercurio y hierro. Con la actividad minera se incrementan o incluso aparecen nuevas enfermedades de tipo cutáneo, respiratorio, auditivo y reproductivo.
Por lo general, los proyectos mineros se realizan en lugares rurales aislados donde los servicios de salud son escasos. La responsabilidad del cuidado de las personas que enferman recae en las mujeres,5 situación que alarga su jornada diaria de trabajo y produce estrés adicional en ellas al no contar con los medios económicos para atender a sus familiares. Por ello, no es de sorprenderse que en todo el continente latinoamericano la defensa del derecho a la salud figure entre las demandas más importantes o incluso haya sido el factor detonante de la movilización de las mujeres en contra de proyectos mineros.
Empleo en la mina, ¿para quién?
La minería es una actividad predominantemente masculina, al grado de que, hasta hace poco, en algunos países las mujeres no podían siquiera ingresar a las minas. Recientemente la situación ha cambiado gracias a una política de responsabilidad social que ha incorporado a algunas ingenieras en puestos de toma de decisiones, y a mujeres con menos niveles de educación formal en empleos subcontratados que reproducen estereotipos de género, por ejemplo, actividades de limpieza o elaboración y venta de alimentos. Las actividades de sustento previamente existentes (agricultura, crianza de animales, pequeño comercio) desaparecen o se orientan a las necesidades de las empresas, y las mujeres pierden autonomía económica ante los hombres,6 que son los que mayores probabilidades tienen de ser contratados.
A pesar de ello, el tema de los empleos es importante para las mujeres, ya que las empresas generalmente se comprometen a crear más de los que realmente se generan. La mayor parte de los puestos son ocupados por población fuereña que posee determinado perfil técnico, por ejemplo, operadores de equipo de perforación y barrenado. Las mujeres saben bien que tienen escasas posibilidades de trabajar en las minas, por lo que sus demandas giran en torno a la necesidad de crear empleos de calidad y oportunidades de especialización para sus parientes masculinos, primordialmente esposos e hijos.
Explotación sexual
La actividad minera masculiniza el territorio y refuerza prácticas patriarcales relacionadas con la explotación del cuerpo femenino. En torno a los campamentos mineros predominantemente masculinos operan redes de trata de niñas, niños y mujeres que generan grandes beneficios económicos. En muchos casos, estas redes involucran a menores de edad que son traficadas de un país a otro.
La trata de mujeres en el contexto del extractivismo minero ha sido conceptualizada por la antropóloga Rita Segato como una de las estrategias más insidiosas de la “pedagogía de la crueldad”:
Lo primero que hacen las mineras es comprar domicilios para abrir burdeles. ¿Por qué? porque el burdel es una escuela de la pedagogía de la crueldad, es donde se aprende a ver la vida como cosa. Mi definición de pedagogía de la crueldad es todas aquellas prácticas que se vuelven habituales y que nos condicionan para aprender a ver la vida como cosa, el cuerpo como cosa, de una forma totalmente instrumental. La pedagogía de la crueldad es instrumentalizar la vida, incapaz de empatía.
Violencia contra las mujeres
En torno al sector minero se han movilizado organizaciones gremiales predominantemente masculinas y cada vez más, movimientos sociales que congregan a amplios sectores de la población a través de redes y asociaciones de alcance regional, nacional o incluso transnacional. Las mujeres se han involucrado en estos movimientos desde sus orígenes, pero al interior de ellos enfrentan dificultades para hacer valer su voz, ocupar puestos directivos y desprenderse de actividades tradicionales de género, por ejemplo, preparar alimentos cada vez que se realiza una asamblea. Algunas se han abierto espacios en las organizaciones y se han convertido en figuras públicas. Esto ha trastocado los roles de género de sus respectivas comunidades, situación que en ocasiones puede llegar a desencadenar incidentes de violencia dentro y fuera de casa.
La agresión psicológica, física y sexual hacia las mujeres es ejercida por agentes privados (familiares) y públicos (personal de seguridad de las empresas, cuerpos policiacos, grupos militares y paramilitares). Los esposos e hijos imponen límites a la movilidad de las mujeres y rara vez asumen responsabilidades domésticas a pesar de ser compañeros de lucha de sus esposas o madres. Segundo, al interior de las organizaciones el trabajo de las mujeres es poco reconocido, visibilizado y valorado. Tercero, a nivel comunitario, las mujeres que simpatizan con la protesta social suelen ser consideradas como “revoltosas”, “argüenderas” y “malas mujeres” que descuidan a sus familias. Cuarto y último, instancias empresariales y estatales se legitiman y respaldan unas a las otras cada vez que criminalizan, violan, golpean y matan a las mujeres.
El rechazo a la violencia de género en todas sus formas es una de las principales demandas de las organizaciones donde las mujeres han logrado jugar un papel preponderante. Cuando las mujeres no están bien posicionadas al interior de estas, el tema sigue siendo marginal y es necesario reconocerlo como un problema grave para avanzar en la lucha contra del extractivismo minero.
Reflexiones finales
Las demandas de las mujeres en torno al extractivismo minero no han sido suficientemente escuchadas. Se asume que los grupos movilizados en contra de las mineras son homogéneos, invisibilizando así las afectaciones directas e indirectas que las mujeres sufren por su condición de género. Entre las más importantes están la pérdida de tierras y seguridad alimentaria de sus hogares; los problemas de salud y la sobrecarga de trabajo que estos generan en las mujeres; la falta de oportunidades de educación y empleo en el sector minero, tanto para ellas como para sus familias; la explotación sexual de mujeres traficadas en redes de alcance internacional; y la violencia psicológica, física y sexual ejercida por familiares, compañeros, miembros de la comunidad e instancias estatales y privadas que legitiman la exclusión de las mujeres de procesos de toma de decisiones, la pérdida de acceso a recursos naturales, la cosificación del cuerpo femenino y la masculinización del territorio.
La perspectiva de género ayuda a entender las desigualdades y exclusiones que enfrentan las mujeres en el contexto extractivista. Es necesario adoptarla en estudios dedicados al tema dado que se trata de una actividad que se sigue abriendo espacios en todos los países del continente latinoamericano, independientemente de la orientación ideológica de sus gobiernos y del daño que ocasiona. Más importante aún, la voz de las mujeres cuyos territorios han sido ocupados por empresas mineras debe ser sistematizada, difundida y escuchada por los integrantes de los movimientos de protesta y las personas que simpatizan con ellos. Es indispensable detener la violencia en contra de las mujeres en todas sus formas. La única manera de hacerlo es reconocerla y convertirla en eje central de las movilizaciones en contra de la minería y otras formas de extractivismo depredador presentes en todos los rincones del continente latinoamericano.
Verónica Vázquez García, Dulce María Sosa Capistrán y Rocío Martínez González
1 Bermúdez, Rosa Emilia, Karol Ivonne Zambrano, y Lilia Tatiana Roa. 2014. Los territorios, la minería y nosotras: las mujeres nos preguntamos. Guía de trabajo. Bogotá.
2 Bórquez, Rita. 2011. “Mujeres indígenas, campesinas y su organización por el acceso a la tierra”. En Mujeres indígenas, campesinas y su organización por el acceso a la tierra, Burneo, Zu, 60–84. Lima: Centro Peruano de Estudios Sociales.
3 Bermúdez, Rosa, Tatiana Rodríguez, y Tatiana Roa. 2011. Mujer y minería. Ámbitos de análisis e impactos de la minería en la vida de las mujeres. Enfoque de derechos y perspectiva de género. Colombia: Encuentro Latinoamericano Mujer y Minería.
4 Caretta, Martina, y Sofía Zaragocin. 2020. Women’s resistance against the extractive industry: embodied and water dimensions. Human Geography, 13(1), 3-5.
5 Salazar, Hilda, y Maritza Rodríguez. 2015. Miradas en el territorio, cómo mujeres y hombres enfrentan la minería. Aproximaciones a tres comunidades mineras en México. Ciudad de México: Fundación Heinrich Böll Stiftung.
6 Ibarra, Eugenia. 2014. “Las mujeres en la minería. Estado de Arte y posibles líneas de investigación”. No. 157. Documento de trabajo. Cali.
7 FAU-ALC. 2016. Extractivismo en América Latina: Impacto en la vida de las mujeres y propuestas para la defensa del territorio. Colombia: Fondo de Acción Urgente América Latina y el Caribe.